domingo, enero 29, 2006

Texto manifiesto:

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jueves, enero 19, 2006

...le rogamos que continúen a la espera


...le rogamos continúen a la espera






La tinta ya no es suficiente
para expresar todo lo necesario,
por muchas cartas al director que se hagan.
Las quejas hay que mezclarlas con argumentos
y gritarlas a todo pulmón si hace falta
¿por qué quién es el director de esta perifernalia?

Cuántas cosas hay por criticar,
tan sólo el excesivo ruido de las obras del barrio,
aunque sólo si no nos deja escuchar la televisión.
Tele, tele... mucho decimos de la mierda que ponen
pero ¿alguien se ha propuesto apagarla?

En realidad, ¿de quién será la culpa,
sin duda, sin olvidarnos de nosotros mismos?
Sin embargo, eso no es nada en comparación
con todo lo que hay que cambiar.

Necesitamos más ayudas sociales,
una mayor implicación en las escuelas,
solucionar el envejecimiento de la población,
mediar los conflictos entre inmigrantes y autóctonos,
puntos suspensivos
Pero nadie se acuerda
porque esta noche es el Madrid - Barça.

En todo caso,
hay que mantener los métodos burocráticos:
si algo huele mal seguir a la masa
o esperar el turno de Atención al Cliente.
- ¡Shhh! Manténganse en silencio mientras
no estén atendidos por un operario.


Una espera continua para los que quieren hablar,
porque son tonterías para los que nada les afecta.
Mientras se pegan sus grandes banquetes de negocios
y entre risitas nos nombran (sin nombres)
como datos de alguna tabla estadística.

domingo, enero 08, 2006

En un solo día

Había quedado con una amiga para ir a ver un concierto de un grupo que a ella le gustaba mucho y llegué tarde, como de costumbre. A ella no le importa mucho porque es la primera en llegar tarde. Lo primero que hice fue preguntarle por un mensaje que me habían mandado al móvil diciendo de quedar al día siguiente, pero no había sido, por lo visto, la que lo mandó. Así que mandé un mensaje a ese número desconocido para saber quién era. Resulta que era una amiga, que antes me gustaba, pero que nos habíamos peleado ya hacía un año y desde aquel momento borré su número porque no quería saber nada de ella. No se puede dar marcha atrás, había quedado como un verdadero capullo. Je, je, je.

El directo no estuvo mal: una performance que mezclaba música y teatralidad. La gente que había en el local ponían caras de comprender lo que hacían las cantantes, yo solamente iba porque era gratis. Mientras bajábamos hacia el metro nos encontramos un montón de zapatillas del pie izquierdo en medio de la calle. Todos los que salíamos del concierto en esa dirección nos pusimos recogerlas como locos. Había gente que se las llevaba en cajas, no sé muy bien el uso que le iban a dar.

Encontré una del pie derecho y la junté con otra similar que ya llevaba en la mano, ese fue el par que me llevé. De camino también me encontré una bolsa de plástico, donde las metí. Luego me enteré que eran de marca y desde ese momento les tengo más aprecio…, lo que hace el nombre.

Cuando estoy en el metro observo que entra un mendigo en el vagón, se dirige hacia mí porque se va a sentar al lado. Al mirarlo a la cara me veo con 20 ó 25 años más, porque se parece bastante físicamente y en la forma de vestir. Siento que me está mirando los agujeros del pantalón. Los pantalones que llevo están totalmente destrozados desde hace ya algunos años pero no puedo tirarlos, pese a la insistencia de mi madre, por eso de los recuerdos y demás. No sería la primera vez que me habla un mendigo, ni tampoco será la última, más bien, suele ser habitual. A ellos les gusta hablar, a mí escuchar. Un plan perfecto con la condición de que no pidan dinero porque nunca tengo dinero para dar, mucho menos para que se lo gasten en bebida como lo necesitan la mayoría. Todos tienen sus historias que contar hablando más consigo mismos que conmigo.

Siempre espero a que tomen la iniciativa. No me gusta ser el primero en una conversación. Así que tras mirar un poco más mi roñoso pantalón me pregunta « ¿Qué tal amigo? ». Tardo un poco en reaccionar, para decidir entre un simple “bien” o “de puta madre” que era como realmente me sentía. Mentir para que no se sienta muy mal, decir la verdad ante todo, seguirle el rollo, etc. Antes de aclarar las ideas el hombre responde por mí « Tirando, ¿no? ». « Sí… bien… tirando. ¿Y tú que tal? », digo sin estar demasiado convencido. Está aburrido se le nota, tiene algo que contar. Se ve al vuelo la gente que tiene una historia. « Tirando, también tirando », mientras que me mira por primera vez a los ojos, para luego retirarlos hacia el vacío del suelo. Los tenía tan vidriosos que el blanco de sus ojos se mezclaba con el iris negro sin dejar definida una forma circular. No se podía llegar a ver la pupila, sólo un mar de tonos negros con fuerte marejada. Tenía las mejillas cortadas por el frío con un color rojo purpúreo y se veía fácilmente tras su cuidada barba que había tenido un fuerte acné.

« En realidad tengo un problema », arrastra sus ojos desde el suelo hasta los míos. Me calló de cajón que era el dinero, por lo que respondí un « ¿Sí? » que ni yo mismo sabía si era una interrogación o una afirmación. Siempre el dinero como gran tema, también le podría pedir yo a él, porque si ese es el problema es el problema de todos. Pero dice tener tres hijos y tres mujeres tan siquiera sin cambiar el semblante. Sin embargo a mí se me destensan las facciones para echarle una extensa charla sobre uso, y nunca abuso, del preservativo cuando en el último momento decido hacerme el gracioso « Entonces no tienes uno, sino tres ».

« No son tanto problema porque una vive en Ibiza, otra en Tarragona y otra en Castell de fels », dijo. Menudo sentido del humor que tenía el hombre, hasta se puso más alegre al darse cuenta de su propia caradura. De aquella ya le había cambiado la expresión de humilde a fanfarrón, o quizá es que le vi bien los ojos. La picaresca del seductor. Empezó a contarme que las tres mujeres le pedían la manutención haciéndole chantaje emocional a través de los niños. Él no tenía, y seguramente no siga teniendo, suficiente dinero para mandarle a las tres, pese a ello hace lo que puede y algo les envía. No lo dudo.

Antes de bajarme en mi parada, me dijo su nombre « Federico » y yo el mío « Fran ». Me viene a la cabeza una profesora del colegio que siempre me cambiaba el nombre por el de Federico, mientras me dirijo a casa.