domingo, mayo 06, 2007


Hay viejos agradables, viejos simpáticos, viejos amargados... y el típico caso del viejo vecino jubilado que no tiene nada más que hacer que estar día y noche diciendo cómo debes de hacer las cosas porque eres joven y todavía no sabes hacerlo bien. El caso es que cada vez que bajo o subo me lo encuentro en el portal, no debe tener nada mejor que hacer que creerse el portero del edificio. Siempre tiene algo de lo que quejarse reiterando siempre su extraña teoría que relaciona las cajas de libros con los ascensores estropeados, pero también tiene otros temas como que mis compañeras de piso (que no miden más de metro cincuenta) han forzado la puerta del ascensor, que un ascensor no es para subir cosas, que hemos roto la bombilla de los del primero... ¡Cuando él vive en el segundo y ya habíamos hablado con los del primero! ¡¡ME ESTÁ VOLVIENDO LOCO!!
Pero de todo lo mejor sin duda es esa nota que ha puesto en los muebles que no pudimos subir a pulso. Hay que decir que todo lo llevábamos en cajas. Pensaba que este tipo de personas se habían extinguido o era como ese tipo de enfermedades que le pasan a una persona entre un millón con lo que piensas que nunca te va a tocar, y siempre que escuchas que alguien te habla de tal espécimen piensas que exagera.
Creo que la próxima vez que lo vea lo mandaré a tomar por culo directamente, aunque creo que antes le sacaré una foto para hacerle vudú.

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